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Hoy vamos a hablar sobre el ampliamente debatido TTIP, el tratado para crear una zona de libre comercio entre los Estados Unidos y la Unión Europea. En castellano esta propuesta recibe el nombre de “Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión” (ATCI), aunque suele ser más reconocido por el término inglés.

Seguramente la gran mayoría ya habrá leído o escuchado sobre este tema con anterioridad. La posibilidad de alcanzar un acuerdo de este tipo entre las dos áreas económicas más poderosas del mundo (ya que aunque hoy no esté de moda decirlo, el conjunto formado por los países de la Unión Europea todavía ocupa el primer lugar [1]) sería un acontecimiento que sin duda cambiaría las reglas del juego económico a nivel internacional. No obstante, si este tema ha aparecido en la prensa y en los medios es en especial por las numerosas críticas que dicha propuesta ha recibido, desde diversos sectores. Resumimos a continuación las más relevantes:

  • Regulación alimentaria: la entrada en vigor de una regulación más laxa en este campo permitiría la entrada en el mercado de organismos genéticamente modificados, alimentos que llevarían a precios más reducidos pero cuyo valor alimentario y sanitario sigue siendo ampliamente cuestionado.
  • Protección del medio ambiente. Puesto que la protección del medio ambiente en la legislación de los EEUU es mucho más precaria que la de la UE, los estándares ambientales serian reducidos, permitiendo prácticas como el fracking en los países miembros.
  • Ámbito cultural: la revolución digital esperada en esta sección pondría en riesgo las obras culturales de los estados miembros, por dos motivos. El primero de ellos serían las estrictas leyes de Copyright existentes en EEUU, y el segundo que el mercado se vería saturado por los productos de Hollywood de una manera bastante más pronunciada que en la actualidad. A pesar de la rápida movilización del Parlamento Europeo exigiendo una excepción en este campo, hay dudas sobre si el logro obtenido ha sido suficiente.
  • La Resolución de Conflictos entre Inversores y Estados (RCIE). Este es sin duda el instrumento más debatido, ya que permitiría a las empresas o corporaciones llevar a juicio a un estado miembro concreto en el caso de que opinen que éste estado estuviera legislando en contra de sus intereses. Este juicio sería dirigido por un panel internacional de árbitros, fuera del sistema jurídico del estado en cuestión, con la clara desventaja que ello supondría para el estado litigado.

TTIP

Sin embargo, hoy nos gustaría hablar de otro aspecto del TTIP. Y tampoco nos centraremos en el ámbito económico, ya que bastantes estudios han sido ya realizados en este aspecto. El tema a analizar hoy sería el impacto que la ratificación de este tratado tendría en la distribución de poderes en la escena internacional.

Desde hace un par de años, está claro que los EEUU no son capaces de continuar con el monopolio del poder y control internacional por sí mismos, lugar que ha venido ocupando desde el final de la Guerra Fría. Países como China, Rusia, Turquía o Brasil entre otros han conseguido aumentar su cuota de influencia en los asuntos globales. Rusia, por ejemplo, está resultado fundamental en las negociaciones con Irán y se presenta como el actor clave para desatascar la guerra civil en Siria. Al mismo tiempo, la presencia de la UE (como el representante legítimo de los 28 países que la integran) en los asuntos claves globales sigue sin conseguir tener la importancia que persigue desde la reforma introducida en el Tratado de Lisboa y la creación del Alto Representante.

La posible firma del TTIP terminaría por confirmar el papel secundario de la UE en el ámbito internacional. Si durante la primera década del siglo XXI parecía que la UE se distanciaba cada vez más de los deseos e intereses de los EEUU, en asuntos como por ejemplo la guerra de Irak (España es un caso aparte), la ratificación del TTIP simbolizaría una aceptación de la hegemonía y liderazgo global de los EEUU. No solo por admitir los estándares estadounidenses en numerosos campos con normativas que nunca serían contempladas en los países de la UE si no fuera por su imposición desde el otro lado del Atlántico, sino porque al mismo tiempo que el TTIP, los EEUU están también negociando la ampliación de otro tratado de libre comercio (Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica) del que desde 2006 forman parte Brunei, Chile, Nueva Zelanda y Singapur, para incluir a sus aliados del Sureste Asiático: Australia, Japón, Malasia y Vietnam.

De alcanzar un acuerdo en ambas zonas, con la UE y el Sureste Asiático, los EEUU se verían claramente reforzados, mientras que la UE seguiría siendo simplemente una mera pieza más de la partida.

[1] Según los datos de World Bank, la economía de UE-28 es de 18,46 billones de dólares, seguida por USA con 17, 42 billones y China con 10,36 billones.